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Morir no es una opción

  • Foto del escritor: Juan Ricardo Arenas Amaya
    Juan Ricardo Arenas Amaya
  • 31 mar 2019
  • 8 Min. de lectura

En el sureste de Inglaterra existe una ciudad costera llamada Portsmouth con un club que lleva su mismo nombre. Esta es la historia de cómo sus hinchas lo salvaron de la desaparición.

Sir Arthur Conan Doyle, escritor, médico y arquero del Portsmouth FC en sus primeros años.

El fútbol llegó a la ciudad de Portsmouth a través de los puertos, que más que funcionar como puntos de intercambio comercial, han sido puntos de intercambio cultural a lo largo de la historia. El Portsmouth Football Club empezó siendo un club amateur por el año de 1883, como casi todos los clubes que hoy conocemos de Inglaterra. Fue fundado a finales del Siglo XIX por marineros y cargadores, cuando un fútbol rudimentario y muy diferente al de la actualidad empezaba a permearse en aquella sociedad británica de fines de siglo. A medida que el fútbol crecía en popularidad en esta parte de las islas británicas, varias personalidades se interesaban por un deporte que años más tarde se convertiría en el más común y admirado del mundo. Por ejemplo, Sir Arthur Conan Doyle, creador de las afamadas historias de Sherlock Holmes, fue uno de los primeros arqueros del Portsmouth Football Club. La afición al fútbol aumentaba y la profesionalización del club era inevitable, así que el 5 de abril de 1898 el Portsmouth Football Club queda establecido como un club profesional de fútbol, dándole la importancia que se merecía dentro de la ciudad y la región. Desde aquellos lejanos días hasta hoy, la única casa del club ha sido Fratton Park, estadio que ha visto los mejores y peores días de la institución desde su primer partido como club profesional contra el Southampton con una victoria de 2-0.


El Portsmouth Football Club empezó su andamiaje como club profesional en las divisiones más bajas del fúbol inglés, como dictan las normas, pero a partir de allí su ascenso fue notable. En 1927 se estrena en Primera División y tras lograr mantenerse, lo más difícil cuando se alcanza el máximo escalón, logra llegar a la final de la FA Cup, perdiendo contra Bolton Wanderers. En la temporada 1930-1931 termina 4º en liga y en la temporada 1933-1934 vuelve a alcanzar la final de la FA Cup, tras una gran campaña, pero perdiendo esta vez contra el Manchester City. Tras varios años de estabilidad en la élite, el club vuelve a alcanzar la final de la FA Cup en la temporada 1938-1939, logrando finalmente el título frente al Waolverhampton Wanderers. Ese año estalla la Segunda Guerra Mundial y el fútbol se suspende hasta la temporada 1946-1947.

Sol Campbell, Nwankwo Kan, Sylvian Distin y Lassana Diarra levantan la FA Cup 2008.

Tras la reanudación del fútbol, el Portsmouth vive su mejor época durante algunos años. En la temporada 1948-1949 el club queda campeón de la Primera División y en la siguiente temporada vuelve a obtener el máximo galardón del fútbol inglés al derrotar al Aston Villa por 5-1 en el último partido de aquel lustro. En la temporada 1951-1952 el club se ubica 4º en la tabla de posiciones y en la temporada 1954-1955 termina 3º. En 1959 el club desciende a Segunda División y se instala durante muchos años en las categorías inferiores tras el éxito cosechado anteriormente, pues las malas administraciones hacen que el club, inclusive, juegue en la cuarta categoría del fútbol inglés. En la temporada 1986-1987 logran el ascenso a Primera División, pero al siguiente año vuelven a caer, reflejando la inestabilidad a todo nivel que se vivía dentro del club. Después de muchos años luchando por el regreso a Primera División, el Portsmouth finalmente lo consigue en la temporada 2002 y a partir de allí consigue mantenerse en la máxima categoría durante 7 años. Dentro de ese periodo de tiempo, el club logra quedar campeón de la FA Cup en el año 2008, venciendo en la final al Cardiff City, dándole la clasificación a la Copa de la UEFA por primera y única vez en su historia. En el año 2010 Portsmouth vuelve a bajar de categoría, pero esta vez con uno de los problemas más grandes que ahora debía enfrentar: crisis financiera.


Rozando la muerte

Ferran Soriano, director ejecutivo del Manchester City, en su libro “La pelota no entra por azar”, habla de cómo hacer de un club de fútbol una gran empresa con resultados económicos y deportivos. Es decir, ambas cosas pueden y deben ir de la mano. Siempre que un club tenga problemas a nivel institucional y dirigencial eso se a a ver reflejado en el terreno de juego y viceversa. El Portsmouth fue un claro ejemplo de aquello durante esos turbulentos años: deudas gigantescas, malas administraciones, dueños sin rumbo claro, dineros de dudosa procedencia, números en rojo. El peor cóctel al que un club de fútbol se puede enfrentar.


Los problemas del Portsmouth empezaron en el 2006, cuando su dueño, Alexandre Gaydamak, invirtió mucho dinero en la compra de jugadores caros y en el pago de salarios exhorbitantes. El club, en ese año, perdió 17 millones de libras y acumuló una deuda de 60 millones de libras, haciendo que el siguiente año se tuvieran que vender a sus mejores jugadores al no poder costear la plantilla. El club no tenía dinero, era así de sencillo. En el 2009, Gaydamark decide vender al Portsmouth a un empresario saudí llamado Ali Al-Faraj, que lo único que hizo fue empeorar la situación. Al-Faraj no pudo estabilizar las finanzas, aumentó la deuda, no pagó salarios y el club entró en embargo por parte de la Football Association (Federación inglesa de fútbol). Portsmouth desciende ese año a Championship y Al-Faraj vende el club al ruso Vladimir Antonov, que años más tarde terminó en la cárcel. Al seguir aumentando la deuda y el no pago de salarios y tampoco impuestos, la Football Association vuelve a embargar el club, que desciende a League One, tercera categoría del fútbol inglés. Esto hace que toda su plantilla de jugadores renuncie al club, dejando al Portsmouth sin un solo jugador de fútbol profesional para enfrentar la temporada 2012 y descendiendo nuevamente de categoría, esta vea a la League Two, cuarta y última categoría profesional.

El club acumulaba una deuda de 116 millones de libras y esto hace que se emita un comunicado dirigido a la hinchada con la peor de las noticias: “El club será cerrado y liquidado”. Portsmouth se encontraba en la situación más crítica de su historia y estaba a punto de desaparecer. La crisis financiera era peor de lo que se temía. Tocaron fondo. La coyuntura era dramática. El colapso era inminente. ¿Quién podía asumir la deuda? ¿Quién podía salvar al club? ¿Era el final de una institución histórica? Sólo un milagro podía salvar al Portsmouth de la muerte… Y ese milagro se encontraba en los hinchas, quienes llenaban siempre las graderías de Fratton Park, que no iban a dejar que su ideal se esfumara tan fácilmente.


El amor es más fuerte

Es difícil explicar lo que siente un hincha por su equipo de fútbol. Es difícil explicarlo porque es difícil entenderlo. Quien no comparte esa cordura en forma de locura, dificilmente lo comprende. Tal vez, el que mejor plasmó el significado de un club para el hincha fue Eduardo Galeano en ‘El fútbol a sol y sombra’:


“Una vez por semana, el hincha huye de su casa y asiste al estadio. Flamean las banderas, suenan las matracas, los cohetes, los tambores, llueven las serpientes y el papel picado; la ciudad desaparece, la rutina se olvida, sólo existe el templo.En este espacio sagrado, la única religión que no tiene ateos exhibe a sus divinidades. Aunque el hincha puede contemplar el milagro, más cómodamente, en la pantalla de la tele, prefiere emprender la peregrinación hacia este lugar donde puede ver en carne y hueso a sus ángeles, batiéndose a duelo contra los demonios de turno.


Aquí, el hincha agita el pañuelo, traga saliva, glup, traga veneno, se come la gorra, susurra plegarias y maldiciones y de pronto se rompe la garganta en una ovación y salta como pulga abrazando al desconocido que grita el gol a su lado. Mientras dura la misa pagana, el hincha es muchos. Con miles de devotos comparte la certeza de que somos los mejores, todos los árbitros están vendidos, todos los rivales son tramposos.


Rara vez el hincha dice: «hoy juega mi club». Más bien dice: «Hoy jugamos nosotros». Bien sabe este jugador número doce que es él quien sopla los vientos de fervor que empujan la pelota cuando ella se duerme, como bien saben los otros once jugadores que jugar sin hinchada es como bailar sin música. Cuando el partido concluye, el hincha, que no se ha movido de la tribuna, celebra su victoria; qué goleada les hicimos, qué paliza les dimos, o llora su derrota; otra vez nos estafaron, juez ladrón.


Y entonces el sol se va y el hincha se va. Caen las sombras sobre el estadio que se vacía. En las gradas de cemento arden, aquí y allá, algunas hogueras de fuego fugaz, mientras se van apagando las luces y las voces. El estadio se queda solo y también el hincha regresa a su soledad, yo que ha sido nosotros: el hincha se aleja, se dispersa, se pierde, y el domingo es melancólico como un miércoles de cenizas después de la muerte del carnaval”.

Nuestro club, nuestra ciudad, nuestra pasión, nuestro orgullo, nuestro 'Pompey' (apodo del club).

No sé si los hinchas del Portsmouth hayan leído alguna vez a Galeano, sinceramente no lo creo. Pero fueron los únicos que se negaron a dejar morir al club. A su club, como dice Galeano. En 2013, un grupo de hinchas del Portsmouth funda la PST (Portsmouth Suporters Trust), una organización democrática y sin ánimo de lucro con el único fin de comprar al club y salvarlo de la desintegración. La PST logra reunir casi 5 millones de libras para invertir en el Portsmouth, gracias al aporte voluntario de sus hinchas, y de esta manera el club pasa a ser propiedad de ellos. El Portsmouth, a partir de ese momento, se convertía en el club con más dueños en el mundo.


La organización del PST se carateriza por el compromiso y el fortalecimiento del aporte de todos los hinchas del Portsmouth en la toma de decisiones del club, además de la consolidación de los vínculos entre el club y la comunidad a la que se debe. Un club de fútbol del pueblo y para el pueblo. La misión, en otras palabras, es trabajar para ser la voz de todos los hinchas del Portsmouth en la construcción y mejora del valor social, cultural y económico del club dentro de la comunidad a la que sirve. Como dato importante, desde que los hinchas adquirieron y tomaron el control del club, los abonos de cada temporada se han agotado a las pocas horas de ser puestos en venta. Esto quiere decir que el Portsmouth siempre juega con 21 mil fanáticos, capacidad máxima de Fratton Park, apoyando a los suyos. Toda la hinchada y su entorno comprometida y unida por una misma causa.

'Nuestro', haciendo alusión a que ellos, los hinchas, son los dueños del club.

Suena impensado en un mundo como el de hoy que un club de fútbol sea propiedad de un accionarado popular y que además pueda ser competitivo. Todas las decisiones se toman en pro y a favor del club, siempre pensando en lo mejor para la institución, pues sus dueños, antes de ser cualquier otra cosa, son fanáticos incondicionales desde hace muchos años. Hoy el Portsmouth se encuentra libre de deudas y totalmente saneado gracias a la buena administración y el buen manejo de sus hinchas y el proyecto a largo plazo empieza a ver sus frutos. Además, el equipo ya consiguió un primer ascenso y actualmente se encuentra en la tercera posición de la League One, tercera categoría, luchando por un ascenso a Championship a falta de 7 fechas. Cuando las cosas se hacen bien desde lo dirigencial, poco a poco se empiezan a ver los resultados deportivos.


Panorama inmediato

A medida que el Portsmouth vaya creciendo financiera y deportivamente habrá que repensar el modelo del club, puesto que la idea es aumentar la competitividad mientras se siguen subiendo escalones en las categorías del fútbol inglés. Por ejemplo, si esta temporada termina con el ascenso a Championship, la siguiente temporada debería tener una inversión fuerte desde lo económico para que el equipo pueda asumir el desafío de mantenerse en la categoría de plata, donde el reto es aún mayor. Habrá que analizar de dónde proviene esa inversión y quién la hace para no cometer los errores del pasado. Por ahora, el modelo del Portsmouth manejado por sus propios fanáticos funciona y funciona bien, dándole el principal valor que debe caracterizar a un club de fútbol: representar a una comunidad. Como siempre, la última palabra sobre cualquier decisión que competa al Portsmouth Football Club la seguirán teniendo los hinchas. Es decir, los dueños. Qué bien suena.

En este sitio una vez más se encuentra un poderoso club de fútbol. No podemos cambiar el pasado, pero podemos moldear el futuro. Dedicado a todos aquellos fanáticos que tomaron una posición y se negaron a permitir que Portsmouth FC muriera.

 
 
 

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