Homenaje a los buenos
- Juan Ricardo Arenas Amaya
- 4 feb 2019
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 4 feb 2019
Bosconia, César, me era famoso por sus chicharrones polvorientos y al rayo del sol. A partir de ahora, Bosconia también tiene a Brayan Rovira.

Hace muchos años que voy a ver al Atlético Bucaramanga. En todos esos años y desde el mismo lugar en la tribuna he visto desfilar jugadores buenos, regulares y malos. He visto de todo. Me ha tocado ver a los que se rompen el alma por la camiseta y he visto los que son una heladera. Me ha tocado ver a los de una técnica prodigiosa y he visto a los que no paran una pelota. De todo he visto. Pues bien, hoy les voy a hablar de uno de los buenos. Uno que entendió cómo se juega a este deporte. Hoy les vengo a hablar de un jugador solidario. Este es, apenas, un pequeño homenaje que quise hacerle a un tipo del que seguramente le contaré a mis hijos y a mis nietos. Un tipo del que hablaré en la posteridad. Si dejaste un gran recuerdo es probable que te recuerden, dicen por ahí.
De todo se ve en la vida y de todo se ve en el fútbol. Hay gente buena, hay gente mala, hay gente regular. Hay jugadores buenos, regulares y malos.
¿Quién es Brayan Rovira?
Nació en Bosconia, Cesar. Pueblo de altas temperaturas y de calles de tierra. Pueblo famoso por el chicharrón con yuca. Descalzo y en medio del polvo que levantan los camiones a su paso se puso a patear piedras. Hizo fuerte sus tobillos. Le vieron condiciones. El fútbol podía empezar a ser una realidad. Un día se presentó en la cancha. Jugó. Y jugó bien. Porque al fútbol se juega bien o se juega mal. Y el muchachito lo hacía bien y, de hecho, cada día lo hace mejor. Años después se bajó del avión en el aeropuerto Palonegro. Nadie del club fue a recogerlo. Llegó en silencio. Nadie lo entrevistó. No dio declaraciones. Lo cuestionaron. ¿Vino en avión? Qué sé yo. ¿Quién es el nuevo? Preguntaron algunos. Brayan Rovira. ¿Brayan qué? Rovira y viene de Nacional. “Nacional nos presta los sobrados”, se escuchaba en la tribuna de sombra. “Hay que darle tiempo”, decían otros. “No va a pasar nada con ese muchacho”, manifestaban los más veteranos. No les dio bola. Habló en la cancha, como la primera vez. Jugó. Y jugó bien. Dejó la vida. Dejó la última gota de sudor y salió entre lágrimas y aplausos en su último partido. Brayan Rovira entendió cómo se debe jugar al fútbol. Y la gente se lo reconoció.
Sacrificio, recuperación, claridad a la hora de entregar una pelota, ni un pase errado, salida limpia desde atrás, llegada a gol, esfuerzo, visión de juego, coberturas y ayuda a sus compañeros. 55 partidos jugados entre 2017 y 2018, 5 goles y unos huevos del tamaño del mundo con la camisa del escudo que tiene un leopardo como bastión. Además, buena persona, gran ser humano dentro y fuera de la cancha. Valores como bandera y carta de presentación en la vida.
Tony Adams, aquel ex defensor central que desarrolló toda su carrera futbolística de 22 años en su querido Arsenal, dijo alguna vez: Juega por el nombre en la parte delantera de la camisa y ellos (los hinchas) recordarán el nombre de atrás. No sé si Rovira alguna vez haya escuchado las palabras de Adams, pero no hubo necesidad. Su forma de ser, su idiosincracia y su carácter formado desde las canchas de tierra y piedras le hicieron entender que al fútbol se juega dejando la vida, el alma y el corazón, sea cual sea la camiseta.
Se original, destaca tu estilo y cuenta tu historia.

Pocos saben que el puesto de “volante” le debe su nombre a un jugador argentino de los años 30 llamado Carlos Martín Volante, que jugó en Argentina, Francia, Italia y se retiró en Brasil. Allí, al dejar su puesto de mediocampista en el Flamengo, Flavio Costa, el entrenador, le dio instrucciones a su reemplazante diciéndole: usted, juegue como Volante. Y así, fue como se empezó a llamar a ese puesto en el campo de juego, “jugar como Volante” o “jugar de Volante”. Y funcionó seguramente porque Carlos Volante era un ser querido por ser generoso con su juego. Por supuesto sabemos que no existió ni Roberto Enganche ni Jacinto Lateral Izquierdo, pero ojalá mañana digamos Lisandro Central o Mussoppapa Derecho si alguien nos regala tanto desde un lugar en la cancha. Para reafirmar que el fútbol que queremos es ese, el de la generosidad, el del reconocimiento y el de la entrega. Por eso, a partir de ahora y a todo el que llegue habrá que decirle: usted, maestro, juegue como Rovira.
Los jugadores se cuentan de a miles y los técnicos se cuentan de a cientos, van y vienen, como es lógico. Es un trabajo. Es su trabajo. Los hinchas sabemos que el profesionalismo tiene sus reglas, pero sabemos que las cosas no son automáticas. Es un trabajo, pero no todos lo hacen del mismo modo mientras lo hacen. Algunos pasan por el club y ni nos acordamos de que estuvieron. A otros, cuando los volvemos a ver, pensamos en ese dicho de “mejor perderlos que encontrarlos”. Pero hay otros, unos cuantos elegidos, a los que nos gusta recibir en casa. Porque aunque pasó el tiempo, de algun modo, los seguimos considerando un poco nuestros. Un volante que no salió de nuestras inferiores, pero siempre pareció criado en la ciudad. Gente que nos dejó una huella en la memoria. Y a la que nos gusta de vez en cuando poder decirle: gracias.
El fútbol nos volverá a encontrar, Brayan. Bucaramanga siempre será su casa.
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